lunes, 30 de marzo de 2009

Roncadores del faro

Buceo desde barco - nivel fácil.
También llamado Atlantida por su formación rocosa en basalto y sus túneles, este punto de inmersión se encuentra un poco antes de llegar al faro de Punta Rasca, navegando desde Las Galletas. El ancla se coloca a 6m de profundidad.


El briefing fue claro: primer escalón a 7m máximo, luego un segundo a los 20m y por fin el último se encuentra mucho más dentro, en la zona de los 30m de profundidad, justamente antes de la pared.
Empezamos nuestra inmersión. Rápidamente llegamos al fondo, y constatamos que la erradicación de los erizos de mar diadema por los submarinistas da resultado. La roca esta cubierta de algas verdes que pudieron desarrollarse tranquilamente.
Pequeños cardúmenes de salemas parecen aprovechar de ellas, van de roca en roca, paciéndolos literalmente. Nos acercamos del primero borde. La visibilidad es buena, más de 20 metros hoy, vemos muy claramente el banco de roncadores que nada lentamente por debajo de nosotros.


Los Roncadores (Pomadasys incisus) dieron su nombre a este lugar. Son residentes aquí, y evolucionan casi siempre en la misma zona. Aunque se desplazan entre 20 y 25 metros de profundidad, es casi cierto que vendrán a la cita. Lentamente, nos acercamos de ellos. Imposible de contarlos…

Una roca en forma de punta sale de la pared. Esta atravesada por un túnel de una quincena de metros de longitud. De un diámetro que no presenta ningún peligro para el submarinista, este túnel es la ocasión de experimentar el buceo “en cueva” sin gran escalofrío. El fondo del túnel se derrama de rocas que ofrecen refugio a algunos camarones llamados cigalas canarias. Poca vida marina eligió domicilio sobre las paredes y aún menos al techo.






Una vez pasado a través del túnel, nos dirigimos hacia el océano, a mayor profundidad.
Dos barras rocosas se dirigen hacia el sur. Seguimos una, utilizándola para protegernos de la corriente que aumenta ligeramente a medida que bajamos.







En camino, un pequeño cardume de medregales curiosos nos acompaña sobre una veintena de metros. Después de 3 minutos de aleteo contemplativo, nos encontramos al borde de la otra pared, a 30m de profundidad. Allí, podemos observar algunas ramas de coral negro. Aprovechamos para escudriñar el azul en búsqueda de pelágico. Nada por esta vez.




Seguimos la segunda barra rocosa para volver al barco. Tenemos la sorpresa de ver un tamboril (Chilomycterus atringa), ocultado en la sombra, bajo un desplome rocoso. Tiene una espina picada en la boca. El tamboril desempeña un papel importante en el control de la población de erizos de mar diadema. Especie protegida, se pescó mucho en su tiempo por su valor decorativo. Hoy en día, la especie se da por vulnerable. Un pez a no molestar.

De vuelta al cardumen de roncadores en la zona de los 20 metros, nos dirigimos con la pared a mano derecha y encontramos la entrada de una otra cueva. Mucho más estrecha que la anterior, no nos aventuraremos dentro pero las burbujas de aire que se escapan del techo indican que se puede penetrar. Damos la vuelta en la ancla, a profundidad de las paradas y intercambiamos algunas miradas con los pescados trompetas, viejas y otros sargos.

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